jueves, 8 de septiembre de 2011

El nacimiento de una industria (II)

El negocio empieza siendo europeo, pero la Primera Guerra Mundial lo pone en manos de Norteamérica. Cientos de miles de inmigrantes provenientes de los lugares más lejanos se reúnen en las grandes urbes industriales. Desconocedores en su mayoría de la lengua inglesa, encontraron en las películas un buen lugar en donde huir, por unas pocas monedas, de sus penurias diarias. El lenguaje de las imágenes eliminaba las barreras lingüísticas y sociales, al menos por un rato. El cine pasó a ser el espectáculo popular por excelencia, moviendo grandes cantidades de dinero.


     Dispuesto a monopolizar el mercado, Edison lanza a sus abogados contra sus competidores (recuerda que poseía la patente como teórico inventor del cine). Más de quinientos procesos tuvieron lugar entre 1897 y 1906: se había desatado la “guerra de patentes”. La policía clausuraba salones y confiscaba aparatos. Hubo productoras, como la American Biograph, que llegaron a pagar medio millón de dólares para poder seguir realizando sus películas.

Thomas Alva Edison

El 15 de diciembre de 1908, al finalizar la guerra de patentes se crea el primer gran trust (concentración de empresas bajo una misma dirección): la Motion Pictures Patents Company, en donde cada distribuidor se comprometía a abonar a Edison cinco mil dólares anuales por ejercer su negocio y los exhibidores dos dólares semanales. En este trust de Edison estaban Méliès y Pathé.

     Los productores independientes se sintieron ahogados. Carl Laemmle, William Fox, Adolph Zukor, los hermanos Warner, Marcus Loew y Samuel Goldwyn, todos ellos judíos centroeuropeos desembarcados en EE.UU. con poco dinero, fundan: Universal, Fox, Paramount, Warner, y Metro Goldwyn Meyer, respectivamente. Estas empresas con el posterior añadido de Columbia y Universal Artists, serán las grandes productoras que formarán la Motion Picture of America.




Aprovechando el rodaje de El conde de Montecristo (1907, dirigida por Francis Boggs y Thomas Persons), fundan Hollywood en la costa oeste del país, lejos del poder de Edison, cerca de la frontera mexicana y atraídos por el clima casi perfecto durante todo el año, ideal para las producciones en espacios abiertos.

     Además de un mercado nacional inmenso (que les permite amortizar las películas) tenían la ventaja de crear productos a la medida de cualquier nación.

     Ganaron a la competencia comprándola, como con los exponentes alemanes que habían conseguido gran renombre en los últimos años. Realizadores como Ernst Lubitsch y Frederic Murnau, estrellas como Pola Negri y Marlene Dietrich inician un camino que seguirán realizadores franceses, húngaros y suecos.

     Desde ese momento y más marcadamente hacia la Segunda Guerra Mundial, llegarán nombres como Valentino, Chaplin, Hitchcock, Laughton, Chevalier… Algunos se quedarán y otros volverán a su patria luego de algunos años.

     Michael Curtiz (Casablanca) era húngaro, Billy Wilder (Una Eva y dos Adanes) y Fred Zinnemann (De aquí a la eternidad) alemanes. Frank Capra (Qué bello es vivir!) era italiano (Sicilia), William Wyler (Ben-Hur) alemán (Alsacia), Otto Preminger (Anatomía de un asesinato) austríaco, y Elia Kazan (Nido de ratas) turco.

     Ellos continuarán la tradición de un cine americano que en gran parte no han hecho los americanos y serán reconocidos por la mayoría como grandes exponentes de ese cine.


Continúa en "El nacimiento de una leyenda: David W. Griffith".




Lic. Diana Lombardo
E-mail: dlombardo74@gmail.com




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