Cuando desde la Redacción Faro me pidieron que hablara sobre cine me preocupé. ¿Por dónde empiezo? ¿Qué me parece más importante para contar sobre la producción cinematográfica?
La verdad es que no puedo decidirme. Me parece igual de interesante conocer los orígenes y los primeros años del cine, como reconocer a esos actores que han realizado tanto trabajos que la gente conoce su cara pero no tiene idea de quién es. Y por gusto personal, también me interesan las bandas de sonido, así como comentar películas que me han parecido interesantes, premiadas o no, pero rescatables desde la simple subjetividad del momento.
Como dijo Jean Renoir: “El cine es un estado de ánimo”, es decir, la misma película que has odiado hace unos años, puede enamorarte en una segunda visión un par de años después, porque tienes una historia personal que ha cambiado, así como nuevos conocimientos que te permiten reinterpretar el film, así como te ocurre que con amigos que generalmente compartes los gustos, no se puedan poner de acuerdo sobre esa película en particular, si es tan mala como tú dices o tan brillante como él plantea y viceversa.
Sí me comprometo a escribir sobre cine argentino, para dejar de oír esa despectiva expresión –dicha sin ningún gramo de vergüenza- de “yo cine argentino no veo”, como si nuestra forma de expresarnos fuera un bloque uniforme en donde se puede englobar a Olmedo y Porcel con “El secreto de sus ojos” (2009, Juan José Campanella) y es equiparable “El bonaerense” (2002, Pablo Trapero) con “La ciénaga” (2001, Lucrecia Martel) o incluso “El faro” (1998, Eduardo Mignona) con “Papá se volvió loco”(2005, Rodolfo Ledo). Y eso usando como ejemplos a exponentes del cine reciente, que además ha sido multipremiado en el exterior. Mira si me pongo a comparar “La patota” (1961, Daniel Tinayre) con “Brigada explosiva” (1986, Enrique Dawi).
Es tan ridícula esa generalización que yo debería responder: ¿Por qué sigues viendo cine norteamericano? ¿Acaso nunca has visto una mala película yanqui? Te aseguro que yo sí. Toneladas de ellas. Pero a nadie se le ocurriría decir “yo cine americano no veo”, porque es un despropósito, un absurdo.
Trataré entonces de acercarte algunas películas argentinas para que te animes a ver el cine que nos refleja, con pocos recursos económicos, pero con grandes historias y mucho corazón, porque el cine argentino se hace como muchas cosas en nuestro país: dependiendo de las ganas de sus participantes para sacar adelante un producto que cuente algo y que no sea sólo volar autos en explosiones.
En definitiva, trataré de explicar por qué mi obsesión con el cine, aunque las pasiones, por ser tal, son inentendibles para los foráneos. Quizás compartiendo lo que me maravilla de este arte pueda incorporar más gente que mire el cine de una manera más crítica, pero a la vez que valore el esfuerzo del equipo de personas que hace posible que todas las semanas tú puedas reírte, llorar, emocionarte o maravillarte al entrar a un mundo totalmente diferente al tuyo, o uno tan cercano que te erice la piel.
Si se cree que el cine es sólo una diversión se lo está minimizando. El cine se presenta como un fenómeno que influye en el individuo y en la sociedad, y es también, muchas veces analizable como obra de arte.
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